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18 de agosto de 2015

Probióticos... El novedoso tratamiento para ansiedad y depresión


La Ansiedad y depresión son dos trastornos emocionales complejos, que implican también problemas en pensamientos y conductas. Aunque son distintos, presentan ciertas similitudes que pueden ocasionar confusión al intentar distinguirlos. Pasaremos en primer lugar a ver en que son diferentes, para luego ver sus aspectos comunes y acabar con una breve reflexión sobre el tema.

Tanto ansiedad como depresión son formas de reaccionar ante eventos externos o internos. Por lo que en ellas son muy importantes las atribuciones. Si un evento lo vemos como una amenaza se disparará nuestro sistema de alerta (la ansiedad), si lo interpretamos como una pérdida o un fallo, seguramente se activará nuestro sistema de conservación de energía (la depresión).

Ambos trastornos son de gran incidencia en el nuevo mundo globalizado, donde los sujetos se encuentran sometidos a un estrés crónico, provocado por diversas situaciones o razones, las cuales de un momento a otro se hacen menos manejables para algunas personas, produciendo trastornos mayores de tipo ansioso y depresivo. Por lo tanto, en el mundo científico es de gran relevancia el tratamiento para erradicar los índices de padecimiento de los mismos. La depresión y la ansiedad son los dos trastornos psicoemocionales más frecuentes en la actualidad y alcanzan ya proporciones epidémicas. La investigación reciente sobre el papel de las bacterias intestinales en los estados de ánimo ofrece una alternativa práctica y eficaz para enfrentar este fenómeno: los probióticos pueden usarse a titulo preventivo y/o terapéutico , y no generan los  efectos secundarios nocivos que tienen los fármacos ansiolíticos y antidepresivos.

Es así que, en Diciembre del 2011 el Journal of Neurogastroenterology and Motility reportó el novedoso hallazgo de que los probióticos (bacteria buena) conocidos como Bifidobacterium longum NCC3001 mostraron ayudar a normalizar la conducta como la ansiedad en los ratones con colitis infecciosa.

Según se informa, el efecto de las bacterias en la ansiedad involucra las vías vagas moduladoras entre la conexión intestino-cerebro, “Debido a que los Bifidobacterium longum disminuye la excitabilidad de las neuronas entéricas, podría enviar una señal al sistema nervioso central mediante la activación de las vías vagales al nivel del sistema nervioso entérico.”



Una investigación por separado también descubrió que los probióticos Lactobacillus rhamnosus tienen un efecto notable sobre los niveles GABA (un  neurotransmisor inhibitorio que esta significativamente involucrado en regular muchos procesos sicológicos y fisiológicos) en ciertas regiones cerebrales y disminuyen la hormona corticosterona que induce el estrés, resultando en una disminución de la conducta relacionada con la depresión y la ansiedad .ii

Cuando los investigadores seccionaron el nervio vago, los niveles de los receptores GABA y la conducta de los animales no cambiaron después del tratamiento con L. rhamnosus, confirmando que el nervio vago es probablemente la vía principal de comunicación entre la bacteria en su intestino y su cerebro.

Citemos, como otro ejemplo, un trabajo publicado en el 2013 por investigadores de la UCLA (Universidad de California), en el cual se demostró que el consumo de lactofermentos , 2  veces por día, durante 4 semanas, modificaba favorablemente la actividad de regiones  cerebrales que  controlan el procesamiento de las sensaciones y las  emociones. El estudio fue encabezado por el Dr. Emeran Meyer, médico gastroenterólogo, reconocido mundialmente como una autoridad en la investigación sobre los vínculos entre los probióticos, el cerebro intestinal y la salud humana en general.

Los investigadores dividieron en 3 subgrupos a 36 mujeres saludables: 12 consumieron yogurt 2 veces al día por 4 semanas, 11 consumieron leche y las 13 restantes no tomaron leche, ni yogurt.

Antes del estudio todas las participantes fueron sometidas a un test que utilizando imágenes del cerebro obtenidas mediante resonancia magnética, mide la respuesta inmediata consiente y preconsciente a estímulos emocionales. Durante las 4 semanas las mujeres que consumían yogurt y leche fueron monitoreadas mediante dicho test en repetidas ocasiones. También se aplicaron otros test para medir la respuesta cerebral al estímulo emocional y para medir la actividad cerebral durante las horas de sueño.

Después de las 4 semanas quienes ingerían   yogurt, mostraron cambios significativos en su actividad cerebral. Su respuesta a las pruebas mejoró y la actividad en las regiones cerebrales asociadas con la respuesta emocional cambió para bien de manera dramática, la interconectividad en el cerebro medio se incrementó ( lo cual podría explicar la mejor respuesta a las pruebas). Los investigadores calificaron estos cambios como “ robustos” y “amplios” refiriéndose a que fueron grandes y se presentaron en numerosas áreas del cerebro. También se observó una modulación de la actividad cerebral en áreas asociadas con la respuesta a los estímulos emocionales.

Todos estos cambios ocurrieron sólo en el grupo que consumió yogurt, por lo cual -comentaron los investigadores- pueden atribuirse a los cambios generados en las bacterias intestinales por  la ingesta de yogurt. Los investigadores reportaron que esta es la primera ves que tal cosa se demuestra para humanos confirmando los resultados obtenidos en numerosos estudios realizados con roedores y añaden que la investigación por venir, podría confirmar otros beneficios asociados con la  mejora de las bacterias intestinales, observados el los estudios con animales, como:

·      Modulación De La Sensibilidad Al Dolor,
·      Modulación De La Respuesta Al Estrés,
·      Modulación Del Estado De Ánimo,
·      Reducción De La Ansiedad.
Así mismo señalan que apenas comenzamos a comprender los mecanismos de interacción entre nuestro cerebro y la salud intestinal, en especial el equilibrio de las bacterias intestinales.

En otro estudio, llevado a cabo por el Dr Phil Burnet y su equipo de colaboradores,  del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford, la utilización de una fibra rica en galactooligosacáridos (BIMUNO), produjo una disminución en los niveles de cortisol, una disminución en los síntomas de ansiedad entre quienes consumieron el producto, así como también una mayor capacidad de tolerancia al estrés.

Según estos autores la investigación actual aporta fuertes evidencias sobre un vínculo estrecho entre las bacterias intestinales y el funcionamiento cerebral: las bacterias intestinales influyen profundamente en la respuesta neuroendócrina al estrés y modulan  procesos cerebrales de respuesta a información que se asocia fuertemente con la depresión y la ansiedad. La escases de estudios con humanos llevó a los autores al desarrollo del presente estudio: observar el efecto de la ingesta de prebióticos ( fibra soluble que nutre a  las bacterias intestinales)  en la respuesta al estrés y a la información entre individuos sanos. Lo más impresionante de este estudio, señalado por los autores en sus conclusiones, es que el consumo de prebióticos que mejoran el estado de nuestras bacterias intestinales, genera en los consumidores un cambio en el procesamiento de la información según el cual estos priorizan el registro de la  información positiva vs la negativa¡ (en un test realizado frente a una computadora).

Los datos se acumulan día a día. Los estudios con humanos son recientes y escasos, pero las evidencias reunidas en los estudios con animales demuestran que las  bacterias intestinales influyen sin lugar a dudas en la bioquímica cerebral y en los patrones de comportamiento.
Curiosamente, así como usted tiene neuronas en su cerebro también tiene neuronas en su intestino--- incluyendo neuronas que producen neurotransmisores como la serotonina, que también es encontrada en su cerebro.

De hecho, la mayor concentración de serotonina, que esta involucrada con el control del humor, depresión y agresión, es encontrada en sus intestinos y no en su cerebro. (Tal vez esta es una razón del porque los antidepresivos, que aumentan el nivele de serotonina en su cerebro, son a menudo ineficaces para tratar la depresión, mientras que los cambios alimenticios a menudo ayudan.)



La Flora Intestinal Anormal Impulsan el Desarrollo Anormal del Cerebro

Existe una cerca conexión entre la flora intestinal y el desarrollo anormal del cerebro—esta, según la Dr. Campbell-McBride es una condición llamada Gut and Psychology Syndrome (GAPS) -Síndrome del Intestino y la Psicología (GAPS por sus siglas en ingles).

GAPS es el resultado de un desarrollo inadecuado o desequilibrado de la flora intestinal y se puede manifestar como un conglomerado de síntomas que pueden vincularse con el autismo, déficit de atención de hiperactividad (ADHD por sus siglas en ingles), trastorno por déficit de atención sin hiperactividad (ADD por sus siglas en ingles), dislexia, dispraxia o trastorno obsesivo-compulsivo, solo por mencionar algunas de las probabilidades.

El Dr. Campbell cree que los niños con autismo nacen con mentes perfectamente normales y con órganos sensoriales, pero una vez que su sistema digestivo se llena de una gran fuente de toxicidad en lugar de ser una fuente nutritiva, ellos comienzan a desarrollar síntomas de autismo.

Este teoría concuerda con una nueva investigación publicada por la American Society for Microbiology que identifica una bacteria (Sutterella) que es única en los intestinos de los niños con autismo.

Los investigadores reportaron:

“Muchos niños con autismo tienen problemas gastrointestinales (GI por sus siglas en ingles) que pueden complicar el manejo clínico y contribuir a problemas de conducta. La comprensión de estos fundamentos moleculares y microbianos de estos problemas gastrointestinales son de gran importancia para aclarar la patogénesis, llevar a cabo un diagnostico y la administración de un tratamiento informado.

Aquí describimos una asociación entre grandes niveles de especies Sutterella asociadas con mucoepithelial y los problemas intestinales en los niños con autismo. Estos hallazgos colocan a  estas bacterias poco reconocidas al frente al demostrar que la Sutterella es un componente principal de la microbiota en más de la mitad de los niños con autismo y problemas gastrointestinales y está ausente en niños con solo problemas gastrointestinales (control-GI) evaluados en este estudio.”

Otros enlaces entre la salud de su intestino y su cerebro también se han establecido, incluyendo:

Un estudio publicado en Neurogastroenterologia y Motilidad, descubrió que los ratones con carencia de bacteria intestinal se comportaron diferente a los ratones normales, comprometiéndolos a lo que se entiende como “comportamiento de alto riesgo”. Esta conducta alterada fue acompañada por cambios neuroquímicos en los cerebros de los ratones.iv
Una investigación en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS por sus siglas en inglés) descubrió que la bacteria intestinal puede influenciar el desarrollo y conducta temprana del cerebro de los mamíferos y que la ausencia o la presencia de microorganismo intestinales durante la infancia altera permanentemente la expresión de los genes.v (En una manera similar, los probióticos han demostrado influenciar la actividad de cientos de sus genes, ayudándolos a expresarse de una manera positiva que combate la enfermedad.)
A través de los perfiles de los genes, ellos pudieron discernir la ausencia de la bacteria intestinal alterada por los genes y señalar las vías involucradas en el aprendizaje, memoria o habilidades motoras. Esto sugiere que la bacteria intestinal está vinculada con el desarrollo temprano del cerebro y con la conducta subsecuente.

¿Cuáles son los Factores que Conducen a una Bacteria Intestinal Comprometida?

La bacteria intestinal es una parte activa e integrada de su cuerpo y como tal depende fuertemente de su alimentación y es vulnerable a los cambios en su estilo de vida.

Timothy G. Dinan, más conocido como Ted Dinan, es Profesor de Psiquiatría y Director del Departamento de Psiquiatría del University College, en Cork (Irlanda). Ted ha lanzado un nuevo concepto en una publicación conjunta con sus colegas Catherine Stanton y John F. Cryan, los “Psicobióticos” (Psychobiotics: a novel class of psychotropic. Biol Psychiatry. 2013; 74: 720-6). Los autores definen el término psicobiótico como un “organismo vivo que, cuando se consume en cantidades adecuadas, produce un beneficio en la salud de pacientes con trastornos psiquiátricos”. Es obvio que la definición recorre un cauce paralelo a la definición de probiótico propuesta por la FAO/OMS en 2002, y los autores recalcan que precisamente se trata de una clase de probióticos capaces de producir y liberar sustancias neuroactivas (GABA, serotonina) que actúan a través del eje cerebro-intestino (Brain-Gut axis). El eje cerebro-intestino es una reconocida vía de comunicación bidireccional, y hay muchos ejemplos de ello. El estrés psicológico puede alterar funciones y percepciones gastrointestinales (retortijones antes de un examen de ‘mates’), mientras que las sensaciones procedentes del aparato digestivo pueden afectar a las emociones y la conducta (la buena comida que pone de buen humor y relaja).

La idea de que las bacterias del intestino afectan la conducta no es una novedad, ya que los ratones germ-free tienen una conducta anormal (hiperactividad, respuesta exagerada al estrés), con niveles bajos de serotonina, y falta de regulación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, lo que explica el estado de estrés en el que viven. Estas anomalías se resuelven completamente tras la colonización con bacterias intestinales, si se realiza en las primeras etapas de la vida. Por otro lado, los autores recuerdan que las patologías infecciosas crónicas suelen acarrear trastornos psicológicos, fundamentalmente de tipo depresivo. Por tanto, el concepto de psicobiótico, su escenario y los posibles mecanismos de acción son plausibles. Pero de ahí a disponer de probióticos aplicables con eficacia en los trastornes mentales hay todavía un largo trecho que recorrer.

Los autores han observado que muchos tipos de depresión se asocian a un estado inflamatorio crónico, con elevación sutil pero persistente de la proteína C reactiva y de citoquinas proinflamatorias (IL-6 y TNF). Aunque no se sabe si se trata de un epifenómeno, se sospecha que proviene de defectos en la barrera mucosa intestinal en base a datos obtenidos en modelos experimentales. Hay un buen número de probióticos que pueden actuar a ese nivel reforzando la barrera mucosa intestinal por su efecto antiinflamatorio, favoreciendo la producción de IL-10 por linfocitos T reguladores. Si unimos el potencial antiinflamatorio de estos microorganismos con su capacidad de producir sustancias neuroactivas, es hipotéticamente posible identificar psicobióticos eficaces contra la depresión.


Probióticos versus prebióticos

Para empezar es importante saber distinguirlos, aunque se complementen.

Los probióticos son alimentos con bacterias vivas en ellos, como los yogures o algunas bebidas preparadas (leches fermentadas,…). Estas bacterias sobreviven a la digestión llegando vivas al estómago ayudando a restituir la flora intestinal.

Los prebióticos son aquellos que estimulan el crecimiento de las bacterias beneficiosas, son alimentos funcionales que ayudan al organismo a producirlas, pero no lo son en sí mismas, son como un aporte energético (sin vida) para las bacterias que ya tenemos.

El estudio

Este estudio  (publicado en el British journal of nutrition) realizó su experimento tanto en ratas como en humanos, el método fué administrar a ambos con una formulación probiótica de Lactobacillus helveticus R0052 y Bifidobacterium longum R0175 (PF). Por supuesto estas ya de por si reducen el estrés inducido por un malestar estomacal y a partir de esta idea surgió la de evaluar los efectos ansiolíticos que tenían en ratas y los efectos antidepresivos, ansiolíticos y en las estrategias de afrontamiento con humanos. La evaluación de las ratas se consideró la parte pre clínica del estudio y los niveles de efecto fueron medidos mediante la prueba de enterramiento defensivo condicionado. En los humanos se llevó a cabo un estudio de doble ciego con grupo control (placebo). A los sujetos del grupo experimental se les administró la formulación probiótica durante 30 días, para posteriormente evaluar las medidas psicológicas con las siguientes pruebas:

·      Hopkins Symptom Checklist (HSCL-90), escala de síntomas de Hopkins.
·      Hospital Anxiety and Depression Scale (HADS), escala hospitalaria de depresión y ansiedad.
·      Perceived Stress Scale, escala de estres percibido.
·      Coping Checklist (CCL), escala de afrontamiento.
·      24 h urinary free cortisol (UFC), 24h orina libre de cortisol.

Los resultados

Como era de esperar en las ratas la administración de los probióticos redujo los comportamientos asociados con ansiedad.

En los sujetos voluntarios humanos el efecto también fue positivo mejorando el malestar psicológico evaluado con las escalas antes mencionadas, en las cuales las puntuaciones se vieron reducidas en el grupo experimental en comparación con el placebo.

Pero, ¿Cómo funciona?, ¿Cómo afectan las bacterias al resto del organismo? Se postulan una serie de vías que pueden ejercer esta influencia:

El nervio vago: Este nervio lleva la información sensorial del intestino al cerebro.
Influencias en el sistema inmune, que a su vez afectaría al cerebro.
Expresión de genes (en la infancia): La ausencia o presencia de microorganismos durante la infancia altera la producción de genes.

EL CEREBRO INTESTINAL

Desde hace una década, aproximadamente, se retomó la investigación sobre lo que se ha dado en llamar “el segundo cerebro” o “ cerebro intestinal”. Se trata del conjunto de neuronas que revisten el tubo gastrointestinal, y que se encargan de regular el complejo conjunto de funciones necesarias para una buena digestión. El cerebro intestinal comprende unas 400 mil neuronas, más que cualquier otro órgano periférico y sintetiza gran cantidad de sustancias neuromediadoras. Se ha demostrado la existencia de una estrecha interacción entre el “ cerebro intestinal “ y nuestro sistema nervioso. La investigación reciente también ha demostrado que las bacterias intestinales influyen profundamente en el funcionamiento del cerebro intestinal, pero también sobre  sistema nervioso central a través de mecanismos que involucran aspectos neurológicos, neuroendócrinos, neuroinmunológicos, bioquímicos y otros. En una palabra, esta investigación ha descubierto – o redescubre, podríamos decir- una importante ventana para el desarrollo de la medicina: la interacción entre el sistema nervioso central y la salud intestinal,  y sus  implicaciones para el normal funcionamiento de todo nuestro organismo. Al interior de esta novel investigación, mucho interés ha despertado la correlación entre salud intestinal y salud emocional, entendida como un sistema de interacción bidireccional , así como también, el papel del equilibrio de nuestras bacterias intestinales en este mecanismo ( interconexión cerebro-intestinos) básico para la homeostasis de nuestro organismo.

Lo más prometedor de estos trabajos, en cuanto al estudio de las bacterias intestinales se refiere, es el descubrimiento de su influencia en la intercomunicación intestinos-cerebro y la comprensión de las vías por las cuales nuestras bacterias intestinales pueden generara efectos en la fisiología intestinal con impactos enormes en nuestra salud global, pues involucran la salud del sistema inmunológico -recordemos , por ejemplo, que el 80% de la actividad inmunológica ocurre a nivel intestinal- la absorción y síntesis de nutrientes, procesos metabólicos,  mecanismos nueroendócrinos de respuesta inflamatoria, la función de órganos vitales como el hígado, etc. Pero no sólo, poco a poco se a demostrado que las bacterias intestinales influyen en la salud cerebral al punto de que pueden determinar  en nuestros estados de ánimo y en nuestro comportamiento.

Según el especialista en autismo y salud intestinal, Derrick MacFabe: “Las bacterias que viven en nuestro tracto gastrointestinal pueden cambiar  quienes y qué somos, desde la susceptibilidad o la resistencia  a determinadas enfermedades, hasta nuestro cerebro, comportamiento e inclusive nuestra personalidad.”. Sabemos, insiste el mismo autor,  que nuestras bacterias superan 10:1 en número a nuestras células, que de diversas maneras influyen en la bioquímica cerebral y que representan una enorme masa de información genética en interacción constante con los genes de nuestras células. Hay quienes proponen, a la luz de los nuevos conocimientos, señala el  Dr.MacFabe, del departamento de Neurociencias y Psiquiatría de la Universidad de Oeste de Ontario, Canadá,  que en un proceso de simbiosis evolutiva aprendimos a provechar la presencia de las bacterias intestinales no sólo por sus beneficios para nuestros procesos digestivos, metabólicos e inmunológicos sino también por su influencia sobre nuestro sistema nervioso central y nuestro comportamiento. La alteración de la alimentación moderna, el abuso en la medicación de antibióticos, el estrés y las sustancias deletéreas con que hemos inundado nuestro medio ambiente generan cambios profundos de nuestras bacterias intestinales y pueden de esta manera predisponernos a enfermedades diversas y cambios neuroemocionales desventajosos.



 Referencias:



1. Gastroenterology. 2013 Jun;144(7):1394-401, 1401.e1-4.Consumption of fermented milk product with probiotic modulates brain activity.Tillisch K1, Labus J, Kilpatrick L, Jiang Z, Stains J, Ebrat B, Guyonnet D, Legrain-Raspaud S, Trotin B, Naliboff B, Mayer EA.

2. (Psychopharmacology (Berl). 2014 Dec 3. Prebiotic intake reduces the waking cortisol response and alters emotional bias in healthy volunteers.Schmidt K1, Cowen PJ, Harmer CJ, Tzortzis G, Errington S, Burnet PW.)

3. ( Macfabe D., Autism: metabolism,mitocondria, and microbiome, Glob adv Health Med, 2013 Nov; 2(6):52-66.)
TAGGED BENEFICIOS PROBIÓTICOS, DEPRESIÓN ANSIEDAD PROBIÓTICOS, DESCUBREN PROBIÓTICOS ANTICANCERÍGENOS, PROBIÓTICOS, PROBIÓTICOS SALUD, PROBIÓTICOS SALUD MENTE CUERPO.


(El lector interesado puede consultar sus trabajos en : www.gutmicrobiotaforhealth.com).

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